lunes, 30 de noviembre de 2009

No entendía


No entendía por qué, cada vez que me acercaba a esa esquina, me sentía más liviana, me daban ganas de cantar, de reír, de besar. Miraba en torno, y ahí estaban las mismas sordideces de siempre:
"ataúdes" en construcción, mugre, ruidos brutos, golpes, chirridos.
Pero bastaba que me llegara ese perfume exquisito para sentir que levitaba, que me alegraba.

¡Y ahí estaba él, riéndose de mi despiste!
Un tilo joven, erguido, con su melena verde, sus ramilletes mínimos, sombrillas diminutas que regalan, hasta morir, ese ámbar glorioso.

A.S.M.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermoso

María V.Luzuriaga dijo...

No pudiste expresarlo mejor.
En mi vereda hay uno que me regala esas sensaciones.

Luisa Axpe dijo...

Ana, sólo quería decirte que me gusta mucho tu blog.