miércoles, 20 de junio de 2012

CARL SAGAN Y LOS LIBROS



("Robado" del muro de Susana Ruetinger)

¡Qué cosa asombrosa es un libro! Un objeto plano que se hace con un árbol, y tiene esas partes flexibles sobre las cuales están impresos un montón de garabatos raros. Pero nos basta con echarle una mirada y ya estamos dentro de la mente de otra persona, de alguien que, tal vez, ha muerto hace miles de años. A través de los milenios, un autor habla con claridad y sin ruido dentro de nuestra cabeza, se dirige a nosotros. Quizá, la escritura sea una de las más grandiosas invenciones humanas, capaz de unir a personas que jamás se conocieron, a ciudadanos de épocas distantes entre sí. Los libros rompen las ataduras del tiempo. Un libro es la prueba de que los humanos somos capaces de hacer magia.

Carl Sagan
Trad.:   A.S.M.

sábado, 16 de junio de 2012

ANÉCDOTAS DE UN TAXI DANCER III



Primera quincena de junio, post-cumpleaños, malaria. Sábado de otoño a esa hora imprecisa entre la tarde y la noche. Ha llovido y hay una humedad caldosa. Recibo un llamado de E., fundador de la gloriosa institución Taxi Dancer, en sociedad (y, parece, también en pareja; lo deduzco porque él le dice “suiti” -versión autóctona de Sweetie- por no decirle “cosita”) con R., la dama inglesa ya mencionada, que anda de viaje por los pagos de la Reina Madre.
E... (¿cuál será su apellido que, con su aspecto de morocho argentino, hace referencia a los colores de nuestros taxis -los de cuatro ruedas, no los de bailar-? Sí, sí, ése.) me dice que una señorita requiere mis servicios. De baile, se entiende. Que debo encontrarme con ella en el Social Rivadavia, un “bailable”de Floresta. Y a medianoche, hora de brujas si las hay...
Como él está ocupado, me da las indicaciones para ubicarla, reconocerla o vaya a saber qué. La Pasajera se llama X, es “bajita”,  comparte la mesa con una pareja ubicada debajo de un aire acondicionado a la derecha del salón y tiene el pelo rubio platinado al estilo de Luisa Albinoni ("actriz” pulposa cuyo único mérito fue un personaje que repetía siempre: llamar a la madre desde el teléfono público de una peluquería, decir “¡¡¡Hola Mamiiii!!!” y contar ingenuidades de doble sentido, con voz de pito).
Cuando entro al Bailable me doy cuenta de que: suena una cumbia de letra pegadiza y monótona; no me acuerdo debajo de cuál aire acondicionado estaba la cliente, y hay un montón de rubias platinadas que comparte mesa con una pareja. Y, para peor, unas cuantas miran con ansiedad, expectativa o lo que sea. Sí, ya sé: podría ser por mi aspecto de milonguero recio, juvenil y buen mozo, pero también porque están esperando al bailarín de alquiler. O sea, un servidor. Así que, con mi habitual viveza, mientras me pongo los zapatos en una silla cercana a la entrada pero alejada de la pista, carpeteo con discreción a todos los tríos ubicados del lado derecho de la pista entre el 1er y el 3er equipos de aire y logro restringir la búsqueda a dos o tres grupos. Por fin, como no me queda otra, con aire inocente me acerco a una mesa y pregunto; “Disculpe, ¿Ud. se llama X y contrató un taxi dancer?” Ella, la falsa Luisa Albinoni, contesta que sí, pero que tengo que sentarme a otra mesa porque el marido de su amiga no sabe que me contrató a mí y entonces... etcétera. Otra vez el viejo y conocido dèjá vu, la sensación surrealista de: “Qué estoy haciendo yo acá”.
Trabajar, eso estoy haciendo. Y en mi caso “trabajar” equivale a bailar. Así que bailamos.                                                                                      
Un par de tandas de tango, alguna que otra de vals, de milonga. Para mi alivio, la pista se mantiene bastante vacía, y no tengo que andar cuidando de no atropellar a -o ser atropellado por- otras parejas.
No, no baila demasiado mal, ése no sería el problema. El problema es que, en efecto, ES bajita, su pelo platinado y bastante armado queda a la altura de mi pobre ojo derecho, donde insiste en meterse, irritándomelo a más no poder.
Bueno, nadie dijo que ganarse el Cielo era tarea fácil...
Bailamos un poco más.
Por estar aislado en mi mesa puedo observar, cosa que suelo disfrutar mucho. Y observo que, como la Selección “del Diego” acaba de ganarle a Nigeria en el Mundial de Sudáfrica, hay clima de fiesta, para mí, un poquitín exagerado y, a la vez, familiero. Algunos llevan camisetas argentinas, y hay gorrobanderavincha. Vuvuzelas no, pero sí unas cornetitas bastante rompepelotas, Alá sea loado...
Raro, la pista se mantiene vacía mientras suenan tangos, valses y milongas. Hasta que vuelven a pasar cumbia: ahí sí, se llena a más no poder, y el clima mundialista y cornetero, se descontrola. Si le sumamos ese calor pegajoso de otoño trucho, la duración eterna de la tanda y que este humilde bailarín no soporta mucho la cumbia vernácula, podrán imaginar que el “Qué estoy haciendo yo acá” ya suena a sirena de trasatlántico...
Para completar la velada, entra a escena E., quien viene a traerme mis emolumentos y, por suerte, se pone a bailar con la dama. Así, les da un descanso a mis pies, mis lumbares y mi orgullo. Eso sí, antes me relata sus aventuras como migrante ilegal de México a los EE.UU., su paso por la prisión de Texas, las peleas a piñas con sus compañeros de celda (Juro que, de verdad, me dice: “No soy Van Damme pero me defiendo”. Posta). Y que -agarrensén- gracias a su viveza criolla y su ascendente sobre los antedichos, la gloriosa CIA (o algo así), le ofrece transformarse en agente interno para buchonear a futuros ilegales sudacas que quieran ir a ensuciar el patrio suelo norteamericano. POSTA-POSTA.
Cierre apoteótico para mi sábado de otoño. A casita a cortarme las venas con un sahumerio de pachuli…                                                                
 

viernes, 8 de junio de 2012

¡CHOCHA DE LA VIDA!

¡Estoy chocha, estoy!
Aquí, en nuestra amada Buenos Aires, todo es paz, armonía, afecto, buena disposición. Todos nos saludamos con una sonrisa. Nos dejamos pasar, nos ayudamos. Nos pedimos permiso. Nos ponemos de acuerdo... ¡No, para joder a otro, nooooo!
No creemos que pensar duela. No, no duele pensar.
Por eso estoy chocha... como la gallinita.