martes, 3 de noviembre de 2009

Laureano, el falso

Laureano es de esa clase de personajes que te mira inclinando la cabecita y te dice:
-Sos maravilloso/a. Cuánto aprendo de vos, con vos.
Y sonríe, y uno/a se lo cree porque, ¿quién no necesita un lustre al ego?
Después, mientras una (basta de falsedades) se regodea en la admiración y el cariño, el Laureano te clava el puñal por la espalda y te reitera:
-Sos maravillosa, increíble, pero chau, porque tenés mal aliento... o titubeaste al explicarme algo... o te pusiste dos veces la misma remera... o no hiciste lo que yo esperaba que hicieras. Chauuuu... chauuuu...
Y se va, haciéndote chau con la manito, inclinando la cabecita para el otro lado, haciendo pucheritos como si estuviese compungido.
Y sus elogios te engancharon en problemas, te comprometieron, te pusieron en una falsa situación.
Bueno, los Laureanos de este mundo no se animan a decir la verdad en la cara, con respeto, en el momento justo. Por eso van dejando un rastro maloliente.
Menos mal que después vienen los justos, los buenos, los graciosos, los verdaderos y te perfuman de vuelta el camino.

Chau, chau, Laureano Falso
A.S.M.

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