lunes, 21 de septiembre de 2009

¿Un cafecito?



¿Sólo, o con leche?
¡Ay, pero si no es ninguna molestia!
Para mí, es algo de lo más natural ofrecerle un café a quien viene a tu casa a visitarte, a tomar una clase, a charlar.
O un mate si se trata de un grupo, de un taller.
La hospitalidad da réditos.
La generosidad da réditos.
Así aprendí de mi abuela, de mi madre, de mis tías.
Vecinos, amigos/amigas.
Se comparte. ¡Pocas felicidades más grandes!
Lo juro.

En voz más baja:
En todo caso, si se hiciera necesario, siempre se puede echar un embrujo a la infusión. Para hacer más bueno, más alegre, mejor predispuesto al visitante... sea del género que sea, y cualquiera fuese el propósito que lo acercó a nuestra mesa, de casa o del café.


A.S.M.

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