MAMUSHKAS
Hace veintiún años estabas en mi panza, y ahora vas a ser mamá.
Estás espléndida. Mis embarazos también fueron hermosos.
Estuve tan activa como vos. En el tuyo, obstinada en terminar de acondicionar la casa donde ibas a vivir, y yendo al trabajo hasta la última semana, para poder estar más tiempo con vos después.
Naciste por vía natural, a las 3,30 de la tarde, luego de una noche de trabajo de parto, apacible en casa: con luces rojas, y relojes que tu papá miraba para marcar los espacios entre las contracciones, y durmiendo algo en los intermedios.
Treinta y cuatro años antes de tu llegada, nacía yo, no en un hospital, sino en casa de la partera.
Mi mamá, Luisa, decía que ¡yo no nacía!. Entonces le agarró sueño.
Cuando la partera le dijo que había llegado la hora de pujar, ella decía que quería dormir. Pero cuando llegó de verdad mi momento, se despertó… y nací.
Pero mi mamá no tenía nada de dormida: supo enfrentar al padre cuando quiso estudiar, y también lo enfrentó cuando debió luchar por el amor de su vida: tu abuelo Arturo.
Ochenta y cinco años antes, mi abuela Josefa, en un parto difícil, daba a luz a mi mamá, en Cuba.
Una tierra hermosa, pero con mucho calor. Por eso volvieron a España, su tierra natal, cuando mi mamá tenía ocho meses.
Siete años después subieron a un barco, para hacerse la América, en Argentina.
Mi abuela Josefa era una mujer muy sufrida, como si en algún tramo del camino hubiese perdido algunas ilusiones, y su alegría.
Su mamá, Camila, la llevó de chica a vivir con sus abuelos porque, según decía, los abuelos eran viejos y necesitaban ayuda.
Mi abuela paterna Ana, por lo contrario, era la imagen de la alegría, y mantuvo el buen humor, hasta el final de sus días pese a que la vida tampoco le fue muy propicia en varias ocasiones.
Tu abuela paterna, Olinda, también vivió momentos duros, de pérdidas y decepciones. Sin embargo, Siempre ha sido su meta satisfacer nuestros deseos. A veces, aún antes de que los enunciaramos.
El día que iban sus nietos, se disponía a dejar todas sus cosas para atenderlos.
Además, prepara las milanesas y los matahambres más ricos de la tierra.
Este es el linaje de mujeres que te precedieron.
Mujeres que, junto a sus hombres, persistieron en sus deseos, generación tras generación. Mujeres que vieron partir a sus hijos, que partieron ellas a tierras lejanas, que se despertaron cuando debieron luchar por lo que querían, que supieron vivir con alegría pese a todo, que se desvivieron por darles a los suyos todo lo que podían, o que sin tanto heroísmo, con el solo don de la perseverancia fueron logrando cosas en la vida, aunque la constancia se transformara, a veces, en obsesión.
Como las mamushkas, se fueron abriendo, librando a la vida, su legado interior.
Vos heredaste parte de la fuerza de esas mujeres: no en vano te pusimos Carla, que significa “Mujer fuerte”.
Ahora una nueva generación se está gestando dentro de vos, y te tocará abrirte también, como una mamushka por la senda infinita de la trascendencia.
Hace veintiún años estabas en mi panza, y ahora vas a ser mamá.
Estás espléndida. Mis embarazos también fueron hermosos.
Estuve tan activa como vos. En el tuyo, obstinada en terminar de acondicionar la casa donde ibas a vivir, y yendo al trabajo hasta la última semana, para poder estar más tiempo con vos después.
Naciste por vía natural, a las 3,30 de la tarde, luego de una noche de trabajo de parto, apacible en casa: con luces rojas, y relojes que tu papá miraba para marcar los espacios entre las contracciones, y durmiendo algo en los intermedios.
Treinta y cuatro años antes de tu llegada, nacía yo, no en un hospital, sino en casa de la partera.
Mi mamá, Luisa, decía que ¡yo no nacía!. Entonces le agarró sueño.
Cuando la partera le dijo que había llegado la hora de pujar, ella decía que quería dormir. Pero cuando llegó de verdad mi momento, se despertó… y nací.
Pero mi mamá no tenía nada de dormida: supo enfrentar al padre cuando quiso estudiar, y también lo enfrentó cuando debió luchar por el amor de su vida: tu abuelo Arturo.
Ochenta y cinco años antes, mi abuela Josefa, en un parto difícil, daba a luz a mi mamá, en Cuba.
Una tierra hermosa, pero con mucho calor. Por eso volvieron a España, su tierra natal, cuando mi mamá tenía ocho meses.
Siete años después subieron a un barco, para hacerse la América, en Argentina.
Mi abuela Josefa era una mujer muy sufrida, como si en algún tramo del camino hubiese perdido algunas ilusiones, y su alegría.
Su mamá, Camila, la llevó de chica a vivir con sus abuelos porque, según decía, los abuelos eran viejos y necesitaban ayuda.
Mi abuela paterna Ana, por lo contrario, era la imagen de la alegría, y mantuvo el buen humor, hasta el final de sus días pese a que la vida tampoco le fue muy propicia en varias ocasiones.
Tu abuela paterna, Olinda, también vivió momentos duros, de pérdidas y decepciones. Sin embargo, Siempre ha sido su meta satisfacer nuestros deseos. A veces, aún antes de que los enunciaramos.
El día que iban sus nietos, se disponía a dejar todas sus cosas para atenderlos.
Además, prepara las milanesas y los matahambres más ricos de la tierra.
Este es el linaje de mujeres que te precedieron.
Mujeres que, junto a sus hombres, persistieron en sus deseos, generación tras generación. Mujeres que vieron partir a sus hijos, que partieron ellas a tierras lejanas, que se despertaron cuando debieron luchar por lo que querían, que supieron vivir con alegría pese a todo, que se desvivieron por darles a los suyos todo lo que podían, o que sin tanto heroísmo, con el solo don de la perseverancia fueron logrando cosas en la vida, aunque la constancia se transformara, a veces, en obsesión.
Como las mamushkas, se fueron abriendo, librando a la vida, su legado interior.
Vos heredaste parte de la fuerza de esas mujeres: no en vano te pusimos Carla, que significa “Mujer fuerte”.
Ahora una nueva generación se está gestando dentro de vos, y te tocará abrirte también, como una mamushka por la senda infinita de la trascendencia.
Susana Ruettinger 11-11
Próxima edición: Papushkos
Próxima edición: Papushkos
No hay comentarios:
Publicar un comentario