un poquito caminando y otro poquitito a pie:
tantas veces te habían matado,
tantas veces fuiste a tu propio entierro,
“no venda los libros de esa bolche”
le decía una clienta a una librera que yo atendía durante la dictadura
mientras en el Jardín de mi pibe
una psicóloga progre criticaba
tus canciones de protestita…
Y recuerdo una lágrima mía
sobre el pullover celeste
leyendo en el auto tu Eva inolvidable,
la del coronel
que en la primavera del cuarenta y cinco
pinchó la mermelada con un alfiler…
Contame de esa señora
que caminaba con gabán de pizarra,
me decía mi pibe,
que se reía con el Mono Liso, la vaca de Humahuaca y el perro salchicha
y se dormía con el romance
del enamorado y la muerte
que yo, papá setentista,
pretendía que terminara
con un desparramo de huesos
cuando el enamorado le caía encima…
Y volverá el señor Otoño Imperdonable
a comerse la primera mandarina
y se acordará de que eras
indispensable como el pan
y cascarrabias a menudo.
Porque te plantaste frente a Harguindegui
con el País Jardín de Infantes
y le arruinaste la pena de muerte al Turco
y, discusiones de argentinos,
te trenzaste con los maestros
cuando la Carpa Blanca,
tan sangre irlandesa y tan argentina
trayendo los disparates de la british Alicia
a tu país de maravillas,
horrores y no me acuerdos,
pero dejaste claro
ante las zalamerías del diablo inglés
que a veces hace falta
cambiar la guitarra por un fusil,
sin convertirnos en piojos sedientos de sangre
ni en ejecutivos que siempre tienen razón.
Corajuda hasta el final,
dejaste claro en tu último libro
el amor que elegiste
sobre las olas de tu barco inmóvil,
tan profundo como tu amor a la tierra de uno
en la que te quedaste aunque te doliera
llamándola mi amor
y quedándote en ella hasta morir.
Alejandro Simonetti. 10 enero 2011.
Se me ha salido el alma a la calle
y un sollozo a la vereda.
En una esquina existo de pronto
con una angustia en guantes
y un desamparo de collares.
Tu olvido tiene
ojos de vidrio, manos postizas
pero hoy es nunca de amor y mirada
y la luz tiene un reflejo de mujer.
En tacos altos y ojeras ambulo
por la nada estridente.
No puede ser que no me quieras
y sin embargo, hoy es nunca,
con el llanto enlutado, hoy es nunca.
Echada de tu sangre, hoy me asiste
mi propio corazón.
De “Solamente, Leda Valladares”.
Alejandro Simonetti
1 comentario:
Maria Elena Walsh...que pegadiza era la canción de Manuelita...y la del reino del revés...que por cierto, es una realidad en este mundo sobre todo de hoy...¿No?...Fue una grande. Por aquellos años, eran ella y Pipo Pescador....un poco Balá, en lo cómico, pero unos años después...Hoy Ana Silvia, nos quedan algunas cosas...Por ejemplo, me gustaría saber algo de Ana Maria Shua...¿cuál es tu opinión literaria de ella?...Un nuevo saludito de Olfi.
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