Pienso en la traición como experiencia ante la imposibilidad de superar al otro por las buenas, digamos, aferrándonos a las reglas establecidas.
Entonces, me viene a la mente la escena del relato de R. L. Stevenson:
Jim oculto en el canasto de manzanas escuchando aterrorizado el discurso de Silver: “…ahora sé que trato un asunto muy serio, y el deber está por encima de otra consideración. Así que yo voto… ¡muerte! Cuando esté en el Parlamento y vaya paseando en mi carroza, no quiero que ninguno de estos puntillosos que llevamos con nosotros aparezca de pronto, como el diablo cuando se reza. Lo único que yo he dicho es que conviene esperar; pero cuando llegue la hora, ¡sin piedad!”
Pienso todavía en mí mismo; me veo a mí mismo. Yo, cajoneando el currículum de un colega tanto o más capacitado que yo. Yo, por encima de él, victorioso ante los demás. Yo, golpeando desde la oscuridad, sin la necesidad de pedir disculpas. Él, esperanzado, preguntándome si habrá posibilidades…
Pienso en mí: así me enseñaron.
Emiliano Bernardis
No hay comentarios:
Publicar un comentario